LA FLOR
El
niño soltó la mano de su abuelo y corrió presuroso hacia uno de los floridos
canteros que, con hermosos colores y ricos perfumes, gratificaban a quién se
detuviera, aunque más no sea un solo segundo, a disfrutar sus flores.
¡Abuelo,
abuelo! Tomé esta flor para mamá -dijo
el niño entusiasmado-, su abuelo le sonreía con tristeza pensando que si bien
todas esas flores pronto morirían, aquella arrancada por el niño, no solo lo
haría antes, sino que habría pasado esterilmente por la vida.
Cavilando
el abuelo volvía ya del parque sujetando firmemente la pequeña manito de su
nieto.
-Los
hombres tenemos una desmedida inclinación a poseer cual cosa bella excite nuestros
sentidos. Una obra de arte, un vehículo, una piedra preciosa, una casa, un
perfume y…una flor, a la que condenamos por ser atractiva.
Filemón Solo