viernes, 8 de agosto de 2014

CAPÍTULOS


Los amigos
Mitos y más mitos sobre este tema, la irrealidad en que vivimos está sobradamente poblada de ellos. Pareciera que ante la cobardía de cavar en lo profundo, fabulamos sobre un presente apenas tocado por algunas leyendas culturales de un dudoso pasado de superficie.
El amigo entrañable, el tipo que te saca de apuros, y digo apuros, ese con quién compartís todo, y siempre te guarda en prioridad ante la “mina” de turno, se pierde en los relatos inválidos y floridos de narradores imaginativos, rescatistas lineales de la ilusión.
El arquetipo no existe.
El amigo, sin comillas, responde a una relación intermedia en la cual vos (y no tú) volcás (y no vuelcas) un porcentaje cualquiera de los acontecimientos de tu vida, y él hace otro tanto. Hasta ahí nomás.
Es posible que en tus comienzos, gloriosa época de la inocencia juvenil, hayas supuesto que tus amigos responderían en un todo a una confraternidad libre de competencias y saturada de fidelidad. Sí, es posible que más tarde, entre discusiones donde el filo de un comentario inoportuno sangró tu fe, donde hayas visto miradas de codicia dirigidas hacia la chiquita que tenías en trámite de levante, o alguna indiscreción impensada, te hayas, entonces, retraído como palpados cuernos de caracol. Hasta es posible, que hayan sido varios más los desengaños que te costara el darte cuenta de los ambiguos límites de la amistad.
Claro que compartirás momentos gratos, picardías que serán harto repetidas, y festejadas algunas décadas después, la secreta complicidad de un préstamo que te ayude en alguna eventualidad, pero lo profundo de tu interior, tus íntimas dudas, las grandes preguntas de tu existencia, no, eso nunca.

Lo lamento, amigo mío, la verdad es que estás solo. Pero lo peor no es eso, lo peor es que así seguirás.

                                                                Filemón Solo