Lo incomprensible
Me excuso si estuviera reiterando el tema, pero vale pena insistir.
Hasta donde sabemos, y con certeza -lo único con absoluta certeza-, es que cuanto ser vivo a poblado este mundo, a causa de una espada, de un volcán malhumorado, de un accidente, naufragio, o por cualquier causa, se ha ido. Nos decimos que murió. El padre, madre, tío, primo, amigo, o conyugue, murió. Gautama el Buda también murió, pero nosotros no.
¡No, nosotros no! Somos idiotas,
o secretamente inmortales.
Bien se dice que la naturaleza es
sabia. Sabia, y provista de una picardía sorprendente. Para evitar que nos sintamos
como el pobre, desamparado, vacuno, que nota recién en los finales de su
provocada existencia, que va a morir; y lo hará asesinado y con mucho
sufrimiento, nos ha provisto, a más de la estupidez, de la química salvadora.
Con ella en nuestro cerebro nos provee de oportunas endorfinas causantes de
algo que podríamos llamar: el entusiasmo. En distintos porcentajes, donde
influye también la genética del individuo, el entusiasmo nos permite salir de
un sepelio aventando cualquier pensamiento mal sano sobre el futuro que nos ha
de tocar, y cosas como levantarnos en la mañana sin saber si veremos a nuestros
hijos esa noche.
En lo personal me niego a aceptar la temerosa ignorancia que nos
mantiene “distraídos”, en tanto desaparecen las vidas a nuestro alrededor.
Quizás carezca de la química necesaria, tal vez sea un innato depresivo, o
inadaptado al medio. No lo sé.
Ante similar inquietud, millones de congéneres han sido engañados
durante siglos por los “intermediarios”. Poseedores estos, de cualidades únicas
que les permiten establecer un contacto directo con lo Supremo; y hasta
recomendarnos para este presente, o aquel futuro del qué no tenemos ni
sospechas. Claro que primero habría que ganarse su buena voluntad con diezmos,
servicios, y, por supuesto, la total aceptación de que solo su método es el
indicado.
Tenemos una pregunta que se repite en canciones, charlas de café, y en
esas reflexiones que vienen a nuestra mente luego de hacer el amor en una
siesta de sábado: ¿Qué harías si te quedara un solo día de vida? ¡Tamaña
tontería! El tipo ya sabe que no le queda ni ese solo día de vida. ¡Cuando
muera será en presente!, no en ayer o en mañana, ¡Ahora mismo!
Bueno que en ese momento, y según…la
física, se verá cual será su próximo destino. Sí, se verá adonde pitos le
toca recalar.
Visto que somos energía, no podemos desaparecer. Pero eso qué creemos
que somos, nuestra consciencia de “sí mismo”, tal y como está, eso sí que no
tiene destino. Nuestra personalidad, nuestro ego; confeccionados trabajosamente
durante este período de consciencia individual, ¡ay eso sí que no perdura!
Vista la terrible educación que nos han dado, casi tal y como fue
recibida por nuestros dadores, pocos saben que solo estamos compuestos del
material de los sueños, que hemos venido a este mundo (el más humilde de ellos)
por deseo de Alguien, a quien difícilmente podríamos imaginar (la imaginación
no crea nada, es la ilusión dentro de la ilusión, y se alimenta solo de elementos
conocidos), como virtual parte del Todo en busca de experiencias. Lo lamento,
pero solo eso somos.
Filemón Solo
No hay comentarios:
Publicar un comentario