martes, 21 de octubre de 2014

CAPÍTULOS

Lo incomprensible

Me excuso si estuviera reiterando el tema, pero vale pena insistir.

Hasta donde sabemos, y con certeza  -lo único con absoluta certeza-, es que cuanto ser vivo a  poblado este mundo, a causa de una espada, de un volcán malhumorado, de un accidente, naufragio, o por cualquier causa, se ha ido. Nos decimos que murió. El padre, madre, tío, primo, amigo, o conyugue, murió. Gautama el Buda también murió, pero nosotros no.
¡No, nosotros no! Somos idiotas, o secretamente inmortales.
Bien se dice que la naturaleza es sabia. Sabia, y provista de una picardía sorprendente. Para evitar que nos sintamos como el pobre, desamparado, vacuno, que nota recién en los finales de su provocada existencia, que va a morir; y lo hará asesinado y con mucho sufrimiento, nos ha provisto, a más de la estupidez, de la química salvadora. Con ella en nuestro cerebro nos provee de oportunas endorfinas causantes de algo que podríamos llamar: el entusiasmo. En distintos porcentajes, donde influye también la genética del individuo, el entusiasmo nos permite salir de un sepelio aventando cualquier pensamiento mal sano sobre el futuro que nos ha de tocar, y cosas como levantarnos en la mañana sin saber si veremos a nuestros hijos esa noche.
En lo personal me niego a aceptar la temerosa ignorancia que nos mantiene “distraídos”, en tanto desaparecen las vidas a nuestro alrededor. Quizás carezca de la química necesaria, tal vez sea un innato depresivo, o inadaptado al medio. No lo sé.
Ante similar inquietud, millones de congéneres han sido engañados durante siglos por los “intermediarios”. Poseedores estos, de cualidades únicas que les permiten establecer un contacto directo con lo Supremo; y hasta recomendarnos para este presente, o aquel futuro del qué no tenemos ni sospechas. Claro que primero habría que ganarse su buena voluntad con diezmos, servicios, y, por supuesto, la total aceptación de que solo su método es el indicado.
Tenemos una pregunta que se repite en canciones, charlas de café, y en esas reflexiones que vienen a nuestra mente luego de hacer el amor en una siesta de sábado: ¿Qué harías si te quedara un solo día de vida? ¡Tamaña tontería! El tipo ya sabe que no le queda ni ese solo día de vida. ¡Cuando muera será en presente!, no en ayer o en mañana, ¡Ahora mismo!
Bueno que en ese momento, y según…la física, se verá cual será su próximo destino. Sí, se verá adonde pitos le toca recalar.
Visto que somos energía, no podemos desaparecer. Pero eso qué creemos que somos, nuestra consciencia de “sí mismo”, tal y como está, eso sí que no tiene destino. Nuestra personalidad, nuestro ego; confeccionados trabajosamente durante este período de consciencia individual, ¡ay eso sí que no perdura!
Vista la terrible educación que nos han dado, casi tal y como fue recibida por nuestros dadores, pocos saben que solo estamos compuestos del material de los sueños, que hemos venido a este mundo (el más humilde de ellos) por deseo de Alguien, a quien difícilmente podríamos imaginar (la imaginación no crea nada, es la ilusión dentro de la ilusión, y se alimenta solo de elementos conocidos), como virtual parte del Todo en busca de experiencias. Lo lamento, pero solo eso somos.
                                                                                                                    
                                                         Filemón Solo


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