Buscando, como otras
tantas veces, algún elemento, por mí “guardado” para un uso futuro, se me
presenta este viejo recorte de periódico del año 2008, uno de los muchos que
solía hurtar en mis ratos de “café informativo”, cuyo título volvió a golpearme
la atención con nuevas fuerzas y profundo horror, instándome, ahora sí, a hacer
“ese algo” que a veces sentimos ante novedades de magnitud tal, que rompen nuestra
habitual molicie, esa que ya no reacciona ante cualquier sorpresa menor a 6
grados en la escala de Richter.
Diario “El País”, 06/03/08, Montevideo
Más suicidios en el mundo que muertos por guerras, terrorismo y homicidios.
Veamos: en las guerras, se matan unos a otros por
motivos varios, o sin ellos, el terrorismo asesina a inocentes con el único
objetivo de hacerse notar y ganar posiciones que los acerquen a sus utópicos
destinos. En ambos casos, el móvil es destruir vidas ajenas -cuantas más,
mejor- en uso de una monstruosa patología humana.
El sistema reacciona ante estas anomalías, casi
siempre a posteriori, y muy pocas veces en prevención de los hechos. Pero
reacciona, reconoce la infamia y procede en consecuencia, y de acuerdo a su
mejor criterio.
Sobre esto, me reservo la información (imprecisa,
claro está) de cuál sería el destino de las víctimas. Porque “los muertos”
siguen sus vidas, arrastrando los traumas inherentes al hecho terrible que los
sacara imprevistamente de su estado de consciencia.
“Los muertos que tú has matado gozan de buena salud”,
del Don
Juan Tenorio de José Zorrilla”.
Acordemos
que algo está muy mal. Sí, muy mal, desde el momento en que estamos comparando
malo con peor. No obstante, el autor de la nota, toma al conjunto de “muertos”
en forma violenta, y encuentra a algunos que han sido víctimas de sus
semejantes, en tanto otros, la mayoría, fueron víctimas también, pero de sí
mismos.
Se
sigue que un obstáculo de enormes proporciones hace olvidar al suicida el
derrotero de su hoja de ruta, arrojándose al abismo, en la suposición de que
eso pondrá fin a su dolor.
Acordemos
que algo está muy mal.
La
víctima de un asesinato, no está preparada para un intempestivo cambio de
estado. Es comprensible entonces, que luego del evento que lo sacara
abruptamente de su contexto, se sienta desorientada y necesitada de guía y
ayuda en su nuevo medio.
Pero
nadie, en buen uso de su razón, debería dejar su vida para abordar un tren,
ignorando cual será su recorrido, y donde este ha de terminar.
Al
suicida se le hace imposible sostener su situación. Llegó al límite de su
tolerancia, los sentimientos (¡ay Dios!) lo poseen y no soporta permanecer en
ella. Solo desea que todo termine y obviar este presente, que amenaza
proyectarse a un futuro de sufrimiento imposible. Solo sale disparado de su
cuerpo con la insensata esperanza de dejar junto con él, toda pesadumbre, pero
el tren al que se monta regresará, irremediablemente, al punto en que fue
abordado; mismo donde el ignorante pasajero deberá volver a pasar por similar
situación, tantas veces, cuantas le lleve entender cómo resolverla sin intentar
huir de lo que hubo generado.
Nada
es igual a nada (en ambas acepciones del término), ni ninguna situación será
copia exacta de otra; menos aún la forma y medida en que afectará a cada
personalidad. Por esto, hay casos en que suponemos "suicidas" a gentes que, en
realidad, no son tales. Todo es cuestión de proporciones; y me refiero al grado
de la puntual intencionalidad en quitarse la vida, esto sobre un contexto de:
falta de cordura, sacrificio en un supuesto bien ajeno, desequilibrio
neuroquímico, enfermedad terminal, etc.
Pero,
¿qué hemos hecho de este mundo en el que existen, sin atenuantes, tantos
inútiles intentos de deserción?, ¿cuánto padecimiento, rencor, y miedo se
construye en vida, para ser liberado luego en el cuerpo emocional del planeta?,
¿es qué no notamos que esto va a contramarcha de nuestro giro evolutivo, qué a
todos perjudica?, ¿es qué el supuesto fracaso de nuestras mundanas gestiones
laborales, económicas, o sentimentales nos transporta a estados tan extremos?,
¿Cómo es posible que otorguemos a estas circunstancias un valor tan grande,
capaz de determinar el abrupto corte de nuestras vidas?
Escucho
respuestas, yo encontré las mías. Pero no sin antes padecer una larguísima, terrible
experiencia de grado extremo. Cierto que ya sabía que cada ronda debe ser completada, qué no hay salidas de emergencia.
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