-¿Porqué no siembras ordenadamente tus semillas? ¿Es
que no comprendes que al hacerlo según tu manera los brotes verán la luz en
sitios casuales sacrificando la belleza del lugar?-
El anciano levantó la vista, y dirigiéndose a la dama
que le cuestionaba trató de explicarle.
-Sucede,
Señora, que cada lugar en este mundo es poseedor de una cambiante
idiosincrasia, yo solo trato de mantener esas características en aras de la
armonía que el sitio merece recuperar. Como no puedo saber cuál es la mejor
ubicación para cada semilla, las arrojo al viento junto con una plegaria, en la
esperanza de que sean guiadas y así todas lo encuentren.
Ella
insistió -¿Cómo puede haber armonía en algo falto de programación y
planeamiento? ¿En el mero azar?-.
El jardinero
pensó un instante y respondió -¿No ha admirado la señora, la belleza del
frondoso bosque más allá de las colinas? Allí donde cada árbol ha prosperado en
el sitio indicado, pero no por la mano del hombre sino por su propio destino.
La aludida observó
al bosque en su recuerdo, y dijo – Lo que creo es que deberíamos ir a ordenar
ese lugar. ¡La naturaleza es tan descuidada!-
Filemón
Solo
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